Después de Tyson vs. Paul: récords bajo sospecha, estadísticas y millones por encima de la salud
Pasó una semana de la vuelta al ring de Mike Tyson, en su triste pelea –o lo que haya sido– con Jake Paul. Transcurrieron siete días de la realización de un evento pugilístico consolidado p...
Pasó una semana de la vuelta al ring de Mike Tyson, en su triste pelea –o lo que haya sido– con Jake Paul. Transcurrieron siete días de la realización de un evento pugilístico consolidado por dos híbridos: un excampeón de 58 años seriamente averiado y un personaje proveniente del show cibernético convertido legalmente en un boxeador profesional. Se habla de millones y de récords; todos los días aparece una nueva información. Netflix, plataforma que emitió y produjo el evento junto a MVP, confirmó que 65 millones de abonados vieron en vivo el combate a través de sus aplicaciones. La gran pelea de semifondo entre Katie Taylor y Amanda Serrano fue vital para el soporte de esta audiencia con una visualización, en directo, en 50 millones de casas y bares. Además, Tyson vs. Paul constituyó el tema y la tendencia de mayor conversación y comentarios en las redes sociales –una especie de club de fans sin mayor equilibrio de opinión–.
Esta consagración instantánea como la pelea más vista de la historia ignoró aquel acontecimiento del 15 de septiembre de 1978, cuando Muhammad Alí reconquistó la corona de los pesados tras vencer a Leon Spinks en Nueva Orleáns ante una audiencia de 90 millones de espectadores en Estados Unidos y cientos de millones de televidentes en distintas partes del mundo. No había redes, internet y menos aún conexiones digitales, por entonces. ¿Cayó este récord?
Aparecieron también los boxeadores longevos desafiantes de los 58 años de Tyson. El estadounidense Oliver McCall, de 59 años, volvió a pelear el domingo último. El excampeón de los pesados cobró notoriedad cuando rompió en llanto en plena pelea con Lennox Lewis, el 27 de febrero de 1997, por causa de medicamentos que tomaba para combatir la depresión. Este veterano McCall noqueó en dos vueltas a su compatriota Stacy Frazier, de 54 años, en el subdesarrollo boxístico de Nashville, Tennessee.
Los aficionados también evocaron la carrera profesional de Albert Hughes, que en 2019 realizó su último combate oficial con 70 años cumplidos, y le ganó por KO técnico en dos rounds a Tramane Towns, en Indiana, Indianapolis. Esto constituyó récord Guinnes de longevidad pugilística.
Un dato olvidado: el gran Jack Johnson, primer campeón mundial de los pesados de origen afroamericano, culminó su carrera en 1938, cuando perdió con Walles Price, en Boston. Tenía entonces 60 años. Aquel hallazgo histórico que los investigadores de la International Boxing Research Organization (IBRO) publicaron en Ciber Boxing Zone, la mejor enciclopedia pugilística digital del planeta, fue omitido en la multitudinaria mesa de transmisión de Netflix, en donde el propagandismo noqueó al periodismo. Es decir, Tyson no se convirtió en el boxeador más viejo del universo, tal cual se aventuró.
La reacción de Amazon PrimeComo respuesta, esta semana, Amazon Prime, servicio de streaming y eventos digitales que compite con Netflix, anunció con bombos y platillos su primera gran cartelera de 2025. La fundamentó con un criterio totalmente opuesto al show de Tyson vs. Paul. Con una gran pelea, esperada y creíble, entre los dos campeones mundiales semipesados interinos del CMB y AMB, respectivamente: el estadounidense David Benavidez y el cubano David Morrell, invictos y noqueadores, ignorados por el mexicano Saúl Canelo Alvarez como desafiantes a su corona de los supermedianos, obligándolos a mudarse de categoría. No es casual este anuncio: la temporada 2024 de Amazon Prime no arrojó los resultados esperados en su debut en esta industria.
Todos hablaron de números, de desafíos, de récords, de millones y de años. Pocos advirtieron sobre Tyson más allá de su edad. Con una salud titilante por aquellas hemorragias digestivas de mayo último que condicionaron un montón de cosas. No solo la pelea. Casi su vida. Y los difusores de estadísticas rimbombantes y millonarias obviaron esta alternativa. Quizás, la más gravitante de una velada que sólo garantizó tranquilidad y misericordia cuando sonó la última campana.