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El día de la ópera

La ópera, con su fusión de música, canto, danza, teatro y poesía, se erige como uno de los fenómenos artísticos más completos y complejos de la cultura occidental. En 2019, las principales i...

La ópera, con su fusión de música, canto, danza, teatro y poesía, se erige como uno de los fenómenos artísticos más completos y complejos de la cultura occidental. En 2019, las principales instituciones operísticas del mundo –entre ellas Ópera Europa, el Teatro Real de Madrid, la Ópera de Lausana– decidieron instituir el 25 de octubre como el Día Mundial de la Ópera, coincidentemente con el nacimiento de dos grandes figuras de la ópera: Georges Bizet y de Johann Strauss II. Al situarse en un calendario internacional, la ópera abandona el aura exclusiva de los grandes templos europeos para reclamar vigencia en numerosas ciudades de todos los continentes. Así, se articulan la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Metropolitan Opera House de Nueva York, la Ópera de París y, por supuesto, nuestro icónico Teatro Colón de Buenos Aires.

El Colón, inaugurado en 1908, expresión de la Argentina opulenta y próspera de aquellas décadas, fue consagrado rápidamente por la crítica internacional como una de las salas con mejor acústica del planeta. Voces legendarias que pisaron su escenario, como Enrico Caruso, Beniamino Gigli, Maria Callas, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, y batutas como la de Arturo Toscanini, Herbert von Karajan, Daniel Barenboim, o músicos como Martha Argerich, Bruno Gelber y muchísimos más sellaron con su presencia el carácter cosmopolita del teatro y su sólida presencia en el contexto internacional.

La memoria del Colón conserva producciones inolvidables. Madame Butterfly, Turandot, Aida, Otello o La Bohème fueron recibidas como hitos, en los que la conjunción de escenografía, dirección musical y lirismo vocal alcanzaba el grado de máximo perfeccionamiento. Quien ha ingresado en el Colón alguna vez conoce el estremecimiento de su grandiosidad; cómo los terciopelos rojos de sus cortinados y butacas acogen la penumbra; el resplandor único de su araña central, su cúpula inmortalizada por los celestes de Raúl Soldi, o ese instante sublime en que el director de orquesta alza su batuta y el murmullo expectante cae en un silencioso casi religioso, como un mar antes de la tempestad. Cuando la orquesta irrumpe, nada existe, salvo el tiempo del goce que se avecina. El espectador, envuelto en la vibración de las voces y la música, se reconoce parte de una comunidad hechizada por la belleza que no tiene fin.

Un breve recordatorio de algunos artistas nacionales que buscaron inscribirse en este género universal con una voz propia. Cabe destacar a Héctor Panizza, cuya ópera Aurora (1908), estrenada en el Colón, si bien fue escrita en italiano, rompió ese molde e impregnó de un sólido espíritu patriótico, con su célebre aria “Alta en el cielo”, la historia argentina. Alberto Ginastera le dio a la ópera argentina una dimensión moderna y universal. Cabe recordar su obra Bomarzo(1967), basada en la novela homónima de Manuel Mujica Lainez. Es quizás la más ambiciosa tentativa de fusionar la tradición europea con la sensibilidad americana. La partitura de Ginastera y los textos de Mujica Lainez reviven al “duque jorobado” Pier Francesco Orsini. Si bien se pensó en estrenarla en Buenos Aires, fue prohibida y llevada forzadamente a estrenarse en Washington, en razón de que el erotismo del personaje y su descarnada existencia resultaban insoportables para la sociedad de la época, según entendieron las autoridades militares que gobernaban en esos años. Con Bomarzo la ópera argentina alcanza por primera vez un escenario internacional, con la fuerza contundente que provocan las grandes vanguardias del siglo XX.

En 1971, la ópera Beatrice Cenci, con la misma dupla de autores, regresa al podio del éxito, confirmando un territorio propio y genuino. Se evidenciaba que el arte argentino no era prestado; había un territorio fértil donde el arte nacional crecía con fortaleza entre los mármoles y las luces del Colón. Cuando la ópera se enciende y emerge el universo del arte, por un instante, aunque sea fugaz, la fantasía de la eternidad se hace presente en cada uno de nosotros, modestos espectadores.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-dia-de-la-opera-nid21102025/

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